miércoles, febrero 28, 2007

Canta, oh musa

De boca en boca se transmitían los grandes mitos en la antigua Grecia, hasta que fueron escritos y llegaron hasta nosotros por obra de algún Dios benévolo. Grandiosas y fantásticas aventuras, llenas de dioses tempestuosos y héroes vanidosos, de animales increíbles y mujeres hermosas, de un sinfín de personajes e historias que deslumbraron y deslumbrarán a niños y ancianos por igual. Y así los conocimos nosotros, y llegamos a deleitarnos con ellos hasta la admiración.
Lo mismo me pasó con esta novela, destinada a pasar desapercibida por la gran mayoría, muy a mi pesar.
Llegó a mí por una recomendación, que a su vez provenía de una anterior. Cosas del Hado. Fue así que de boca en boca, de mano en mano, Aquiles pies ligeros llegó hasta mi mesa de luz. Y, al igual que los mitos griegos, despertó en mí curiosidad y admiración por igual. La historia de Ulises, un lector de editorial, agobiado por su trabajo hasta el delirio épico, que un día conoce a un Aquiles invertido, enfermo y deforme, que le cambiará por completo la vida desde la inmovilidad de su silla de ruedas. Un mito imperfectamente perfecto.
Simplemente, una obra maestra, sencilla pero movilizante. Páginas y páginas de brillante narrativa, una imaginación desbordante y atrapante que llena las líneas de alusiones míticas, abundantes e ingeniosas comparaciones, metáforas que te hacen sonreír y volar. Un libro de lectura ágil y refrescante, ameno e inteligente por sobre todo, de esos que queremos releer ni bien llegamos a la última página.

Un libro que yo, a su vez, no puedo dejar de recomendarles a ustedes, queridos amigos. Disfrútenlo.

[ Sobre "Aquiles pies ligeros", del italiano Stefano Benni ]

sábado, febrero 24, 2007

Que vuelva

Que rompa ya a llorar el cielo, que caiga ahora esa gota redentora sobre mi inmunda cabeza.
Que cante sobre el roble por última vez la calandria, y deje en mi oido contaminado su humilde y triste melodía.
Que sople esa brisa del sur una vez más, y se lleve por fin la última estela de tu perfume barato.
Que se vuelen todos tus recuerdos de mi mente, como las palomas de la plaza, aquella vez en septiembre.
Que no vuelva a sonar más el teléfono desesperado por las noches, que no resuene tu voz en el vacío eco del ascensor en la madrugada.
Que se vaya de mi sábana el garabato de tu silueta, y de la almohada mojada el insomnio que provocas.

Y que vuelva a ser el de antes, antes de la destrucción de tu pelo, antes del beso de fuego, del recuerdo aún ardiente en mi piel. Antes de que te vayas dejándome aquí, rogando que vuelvas para que me veas partir a mí.

sábado, febrero 17, 2007

Misterioso Oriente

Cuatro artistas turcos se reúnen con el propósito de preparar un libro especial a pedido del Gran Sultán. Un libro que por su contenido debe ser mantenido en secreto al resto de la sociedad. Un libro que no desafía sólo las costumbres y estilos de la pintura heredados durante siglos de los antiguos maestros ilustradores, sino que además significa ir en contra del mismísimo Sagrado Corán y de toda su religión. Un libro que fue prohibido aún antes de ser concebido.
Comandados por Tío, un viejo y famoso ilustrador de los talleres de Palacio, Cigüeña, Aceituna, Mariposa, y Donoso comenzarán a trabajar por separado en las ilustraciones de este libro especial. Hasta que uno de ellos es asesinado, y el libro queda sin terminar.

“Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo. Hace mucho que exhalé mi último suspiro y que mi corazón se detuvo pero, exceptuando el miserable de mi asesino, nadie sabe lo que me ha ocurrido.”

Así comienza esta novela, con las enigmáticas y desesperadas palabras del muerto. El principio del fin de un proyecto demasiado ambicioso, el comienzo de una historia de envidias y celos, orgullos y humillaciones, dudas y seguridades; acerca de una sociedad y un arte, el de la ilustración, que Pamuk se encargará de describirnos con tanto detalle y empero que logrará transportarnos íntegros a aquella hoguera de las vanidades orientales, para que nos sintamos parte de ese taller, para que tratemos de atrapar al asesino, para que nos admiremos del esplendor de aquellas grandes obras pintadas por grandes maestros en cientos y cientos de páginas, en hermosos y sagrados libros, guardados en Tesoros inaccesibles para otros durante tiempos incontables. Tendremos el privilegio de presenciar las disputas entre los ilustradores de mayor talento, de conocer sus miedos y deseos más ocultos, de escuchar las leyendas más hermosas y de asombrarnos con una cultura tan basta como antigua que luchará por mantenerse perenne frente a la acometida de los nuevos estilos occidentales, frente al atrayente pero impío estilo de los francos. Detalle por detalle el escritor se encarga de desmenuzar esta historia hasta la médula en un libro minucioso, ambicioso y perfecto, para que no podamos hacer otra cosa que seguir leyendo y embriagándonos con las maravillas que nos muestra.

Me llamo Rojo es un libro grandioso desde todo punto de vista. La historia es atrapante y está bellamente narrada, con un estilo que no había leído nunca, hipnótico, oriental. Los personajes son sumamente complejos, sus sentimientos nunca están del todo claros, nunca son blancos o negros, sino que están constantemente matizados por los grises. Las relaciones entre ellos son siempre conflictivas y nunca parecen definitivas.
Además, la forma en que está escrito es sumamente original: cada capítulo es narrado por un personaje distinto, ya esté este vivo o muerto, o simplemente por una ilustración, una imagen, un color. Esto hace que podamos entender lo que piensa cada uno de los personajes desde dentro de su cabeza, sin intermediarios que distorsionen los hechos. Porque en esta historia hasta los árboles y caballos pintados sobre el papel son protagonistas y pueden hablar y contarnos las cosas más importantes. Y los colores, eternos testigos de los talleres y sus ilustradores, narran sus cromáticas impresiones.

El libro te atrapa desde el primer momento, con la irresistible prosa de Pamuk, ante la que es imposible mantenerse impasible, y tiene ese extraño don de provocar admiración al mismo tiempo que tristeza y melancolía al leerlo. Quizás sea la complicada historia de amor, la impotencia e ira que provoca la desapasionada indecisión de ella, o la oscura formalidad de él en respuesta. O tal vez la inquietante despreocupación del asesino, la insolente seguridad de los ilustradores que dirigen sus actos con impune descaro, la hipocresía y la envidia, la extraña amistad verdadera o ficticia. O quizás sólo sea esa melancolía profunda, esa nostalgia absoluta que parece emanar de cada palabra, de cada ilustración, de cada mirada brillante, de cada corazón oprimido. Un sentimiento grisáceo que tiñe cada movimiento de pincel, cada historia que se narra con monótona igualdad y que parece haber estado allí desde hace tanto tiempo que ya nadie recuerda. Una cultura muy distinta a la que conocemos, que tiene tantas exóticas maravillas que sorprenden y asustan por igual y que nos hacen comprender la profunda complejidad que distingue cada uno de sus actos.

Entonces no es extraño que al tiempo que vamos leyendo la historia nos sumerjamos irremediablemente en este mundo alejado y misterioso, a través de parábolas contadas por los ilustradores sobre el estilo y la religión, el modo de ver el mundo de Dios, la ceguera, la vida, la muerte. Y se torna inútil que trate de enumerar los sentimientos que provoca su lectura, o que intente desentramar una historia tan profunda, que tiene tanto drama y suspenso como amor, filosofía y arte, porque jamás terminaría de hacerlo. Por eso sólo puedo recomendar su lectura, un placer y un desafío, un viaje de ida del que es imposible arrepentirse.

[ Sobre "Me llamo Rojo", de Orhan Pamuk, Premio Nobel 2006 ]

viernes, febrero 09, 2007

La Peste Amarilla

Con las manos en los bolsillos caminaba tranquilo mirando el piso. La noche hacía mucho que había caído sobre la ciudad muerta, y el silencio reinaba en esas calles vacías, eternas, cubiertas por ramas tan viejas como la vida. Después de interminables días de calor, al fin el aire soplaba refrescante, enviciante. Embriagante.
De repente algo cambió, el camino se me hizo extraño, ajeno, y fui viendo cómo viraba el color con lentitud, cómo el aire se enrarecía, ese inconfundible olor a polvo de árbol, maldición perpetua de la naturaleza.
Una hoja primero, luego otra, y luego decenas, cientos, incontables hojas secas aparecieron sobre las baldosas oscuras. La peste amarilla lo cubrió todo. Cerró la escalofriante escena un trueno resonante, abierto, que fue a inmolarse en el silencio profundo de aquel escenario. Una lágrima rodó y se estrelló, y supe que había llegado el momento.
Eterna y crónica condena estacionaria.

Algo me dice que el otoño se adelantó este año.

[Dios, protégenos]

lunes, febrero 05, 2007

"Extranjero"

Una pareja de ancianos campesinos mueren asesinados brutalmente en su casa, en las afueras de Escania. Sin pistas, lo único que guiará la investigación será la última palabra de la mujer, agonizante: Extranjero. El ya famoso policía Kurt Wallander es el que se encargará de resolver este doble homicidio, al tiempo que intenta luchar contra un padre senil que lo vuelve loco, una hija rebelde que se niega a volver a verlo y una esposa que lo ha dejado por otro. El abandono y la soledad lo perturban y sólo la dedicación y pasión por su trabajo parece distraerlo de su infierno personal.
Por eso creo que esta novela gusta tanto: porque no es una llana novela policial con un caso y su resolución, sino que va más allá. Muestra al protagonista como una persona de carne y hueso, con sus miserias y miedos, propios de cualquier ser humano. Eso hace que la historia se humanice, que sea mucho más verosímil y creíble. Además, la problemática social de inmigración de trasfondo y el surgimiento de otros asesinatos relacionados con el principal, casos paralelos a resolver, hacen que la novela cobre vigor y se haga mucho más trepidante, adrenalínica, imparable. Si a todo esto le sumamos una prosa rica pero simple, que nos lleva por donde quiere y no nos marea, que nos cuenta todo y a la vez nos deja con la intriga para que sigamos leyendo, para que no podamos dejar de leer, entonces habremos encontrado Asesinos sin Rostro, primera novela de uno de los mejores escritores de suspenso de estos tiempos, para leer sin parar. Muy recomendable.

[ Sobre "Asesinos sin rostro", de Henning Mankell ]