domingo, julio 01, 2007

Olímpico

Después de tanto quemarme las pestañas y las neuronas (y alguna que otra hamburguesa), los parciales se acabaron. Y aproveché para despejarme un poco leyendo algo que no tuviese NADA que ver con el estudio. Asique decidí terminar el libro de mitología griega que tenía empezado. Realmente, te despeja, te distrae, te atrapa y, por qué no, te enseña un poco más sobre los mitos griegos. Todos tenemos ese niño adentro que todavía queda embobado con estas historias mágicas, pero llenas de valores y enseñanzas, llena de dioses y seres fantásticos, amores y odios, venganzas, traiciones. Todos los condimentos que tiene la vida. Asique el que quiera recordar estas historias de una manera ágil y entretenida, recomendadísimo este libro.

Y esto me hizo inventar una pequeña encuesta: ¿Con qué personaje mitológico te identificas más, ahora o cuando eras chico? ¿Por qué?

En el próximo post, armamos el Olimpo blogger con los resultados de esta pregunta, y vemos a quién le tocan los Campos Elíseos y a quién el Tártaro.


[ Sobre Mitología Griega, de Nuri Abramowicz ]

sábado, junio 23, 2007

Medianoche

Libros. Desparramados por todas partes.
Una lámpara cansada, dos resaltadores casi gastados y tres tablas periódicas, de distintos tipos y colores. Paranoia. Una calculadora y un celular que ya casi no suena, sólo da la hora. Y de vez en cuando. Cuadernos terminados, hojas en blanco, exámenes viejos y nuevos. Más libros, más cuadernos, más exámenes. Una manzana a medio comer, un plato de arroz enfriándose y una tableta de cafiaspirinas. Cantidades industriales de té.
Alguien en la radio, que sigue prendida aunque ya no escucho, me avisa que el día cambió de número. Un día menos.



YA quiero que se terminen los parciales.

[Aunque todavia no empezaron.]

miércoles, junio 13, 2007

The Lord of the Rings


Hoy hago una excepción: hablo de una película en lugar de un libro, pero indirectamente pueden tomar como que hablo del libro (que merece la misma descripción). La otra noche ví por cuarta vez (en casa) El Señor de los Anillos, la comunidad del anillo. Y comprobé que nunca voy a dejar de sorprenderme con esta película, así la vea 5 veces, 10, o 100. La música, la fotografía, los vestuarios, los actores y los personajes, los diálogos, TODO es perfecto. Y hacen que sea un film de esos que ni bien terminan ya querés verlos de nuevo.

Mírenla.


[ Si es que todavía queda alguien que no lo haya hecho. ]

lunes, junio 04, 2007

Bichos malos

Construir armas biológicas no es más aberrante o inmoral que construir armas nucleares, químicas o convencionales; lo aberrante es, simplemente, crear armas.
Así dice Martín Lema, licenciado en Biotecnología, egresado de la Universidad de Quilmes, y autor del libro Guerra Biológica y Bioterrorismo, de la colección “Ciencia que ladra…”. Sumamente interesante para el que se ve atraído por estos temas (lo cual no quiere decir que uno sea un terrorista o proyecto de). Escrito con vocabulario sencillo para el que quiere animarse, no pierde tiempo en datos e información teórica que correspondería al estudio del tema en profundidad, sino que simplemente brinda un acercamiento a la materia, contando datos curiosos y situaciones que uno ignora por lo general. Liviano y corto, como para tomarle el gustito al tema y salir a investigar un poco más, aunque, como el mismo autor aclara, no se encuentra mucha información confiable sobre el tema dando vueltas por ahí. Una especie de “Bioterrorismo para principiantes” (en el buen sentido, se entiende), recomendado para los que dicen “¡¿qué %&$ significa eso?!” cuando oyen hablar de biotecnología y la famosa “guerra biológica. Y para que se vea que hay muchos profesionales made in argentina que quieren que el país progrese y crezca en materia de ciencia, y que quieren que toda la sociedad comience a conocerlos.
Como dice el prólogo: “Esta colección de divulgación científica está escrita por investigadores que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.
Ciencia que ladra… no muerde, sólo da señales de que cabalga.”

Y cuánta razón tiene.

[ Sobre Guerra biológica y bioterrorismo, de Martín Lema ]

martes, mayo 08, 2007

Amor Pasajero

La mañana recién comenzaba, pero el mundo subterráneo ya se encontraba en hirviente actividad. Sentado en un banco esperaba, mientras los veía pasar, uno tras otro, anodinos esclavos, solitarios autómatas de los subsuelos de la ciudad. Pero entre ellos pasaste tú, como una ráfaga de aire en aquella atmósfera infernal de la rutina, un oasis en aquel desierto de hormigón.
Tu pelo rojizo me sacudió con su brillo al pasar frente a mí; brillo que aún hoy perdura, mientras te escribo, titilando en mis pupilas. Ese brillo y ese perfume, esa estela que dejaste al pasar por el andén, con paso seguro pero impaciente, resuelto y lleno de vitalidad. En ese momento descubrí el significado de la belleza, y el tiempo pareció detenerse en el doblez de tu pollera. El instante se hizo eterno, y al mismo tiempo, tan miserablemente efímero.
Me levanté como hechizado por el encanto de tu andar despreocupado y seguí tus huellas por la línea amarilla, esquivando maletines desganados y perezosos rezagados. Entré con dificultad en el último vagón rumbo a catedral, siguiéndote, siempre unos pasos detrás de los tuyos, temiendo contaminar el aura que te rodeaba si me acercaba demasiado. Entre la multitud que se agolpaba dentro, tu pelo seguía hipnotizándome y tu figura parecía hacerse aún más esbelta dentro de aquel cubículo. Tu mirada turmalina se perdía en publicidades, en imágenes sin sentido que pasaban a toda velocidad afuera, mientras que la mía seguía perdida en el remolino de tus curvas. De repente envidié a los hombres que te rodeaban en ese momento, que te ocultaban y te alejaban, sin saberlo, cada vez más de mí.
En cada estación que pasaba, una nueva inyección humana se colaba entre tu belleza y mi admiración, extendiendo hasta el infinito la insoportable brecha que nos separaba. Mil versos acudieron a mi mente en ese momento. Cientos de poemas de amor que te hubiese recitado al oído de memoria sin titubear, y otros cientos que hubiese podido crear inspirado sólo por la gracia de tus movimientos, por la incandescencia de tu cabello o por la simpleza de tu rostro. Palabras bellas pero inútiles, como tantas otras que murieron en mi boca antes de nacer.
Bajaste de pronto en alguna estación que ya no recuerdo, arrastrada por una masa amorfa que te engulló sin piedad al abrirse la puerta. Hombres y mujeres que se movían impacientes, chocándose impunes unos contra otros, como hormigas desesperadas tratando de llegar a tiempo a algún lugar. A ningún lugar.
Tu perfume me guiaba por los pasillos de la estación a medida que los recorría con creciente impaciencia, y aunque ya no te veía, te podía sentir. Cada vez más tenue, se me hacía difícil seguir tu rastro entre la multitud. Mil rostros sin expresión desfilaban a mí alrededor, absurdos, mareándome y burlándose de mi insensata pero desesperada búsqueda.¿Es que nunca corrieron detrás de alguien que ni siquiera conocían? ¿Es que nunca han perseguido con ingenua locura a alguien que veían por primera vez, para averiguar a dónde iba, qué hacía, quién era? ¿Es que nunca se han enamorado con tan solo una mirada?
Al final del camino me topé con la escalera, invariable, que me condujo a la superficie, donde el aire frío del mundo exterior chocó contra mí con crueldad, devolviéndome a la realidad. A la triste realidad de que te habías ido sin dejar huella, de que te había perdido.

El martes amaneció lluvioso, y a la misma hora te esperé en la estación. Pasaron las horas, lentas, pero tú no apareciste. Pasaron los mismos rostros sin expresión, pasaron los mismos hombres y mujeres apurados tratando de llegar a ningún lugar. Pero no pasaste tú. Y así pasaron los días, las semanas. Pasó el tiempo, pasaron cientos de trenes, llenos y vacíos, pero tú no entraste ni saliste de ninguno de ellos.
A pesar de todo, el fuego de tu cabello y el brillo de tus ojos no se han borrado aún de mi memoria, que los guarda como piezas invalorables de algún tesoro perdido, aunque ya no los he vuelto a ver pasar seguros e impacientes por el andén. Comprendí no sin esfuerzo que seguir buscándote sería inútil, como quizás también lo sea escribirte estas líneas, sentado en este mismo banco donde te vi pasar el día que te conocí; esperando que algún día las encuentres y las leas en el andén, mientras esperas, para que sepas que en algún lugar, alguien aún espera verte pasar.

[Disculpen la desaparición prolongada en exceso, gracias a todos los que siguieron pasando a ver si habia vuelto. Nos volvemos a leer.]

lunes, marzo 12, 2007

Serie de eventos desafortunados

Recibir una llamada a la medianoche para escuchar que tu madre está en camino hacia tu recién estrenado departamento un viernes a la noche no es lo mejor que te puede pasar.

Cuando te recuerdan que debés ir a buscarla a retiro a las 5 a.m. todavía pensás: "Bueno, es mi madre, hay cosas peores".

Los taxistas semidementes (¿semi dije?), dueños absolutos del transporte nocturno, que te bendicen o maldicen por igual al finalizar el viaje son moneda corriente, aunque hacen que la situación empeore considerablemente.

Una asignación mal de materias le pasa a cualquiera. Que las 3 materias estén superpuestas unas con otras dejandote la posibilidad de cursar una sola no tanto. Y el humor empeora.

Pero cuando parece que nada puede ser peor, te olvidás las llaves del departamento adentro, un domingo al mediodía. Sin mencionar que la puerta era blindada. Maldito Ábrete sesamo, ¿por qué eso sólo funciona en los cuentos?

Humor de perros.

Lo peor de todo es que esto de la mala suerte es harto inusual en mí. Y no puedo evitar pensar que es un augurio de los dioses.
Me pone de muy mal humor estar de mal humor. Y entonces, no hay salida.

[ Aunque pensándolo bien, no hay mal humor que un buen libro no pueda mejorar.]

miércoles, febrero 28, 2007

Canta, oh musa

De boca en boca se transmitían los grandes mitos en la antigua Grecia, hasta que fueron escritos y llegaron hasta nosotros por obra de algún Dios benévolo. Grandiosas y fantásticas aventuras, llenas de dioses tempestuosos y héroes vanidosos, de animales increíbles y mujeres hermosas, de un sinfín de personajes e historias que deslumbraron y deslumbrarán a niños y ancianos por igual. Y así los conocimos nosotros, y llegamos a deleitarnos con ellos hasta la admiración.
Lo mismo me pasó con esta novela, destinada a pasar desapercibida por la gran mayoría, muy a mi pesar.
Llegó a mí por una recomendación, que a su vez provenía de una anterior. Cosas del Hado. Fue así que de boca en boca, de mano en mano, Aquiles pies ligeros llegó hasta mi mesa de luz. Y, al igual que los mitos griegos, despertó en mí curiosidad y admiración por igual. La historia de Ulises, un lector de editorial, agobiado por su trabajo hasta el delirio épico, que un día conoce a un Aquiles invertido, enfermo y deforme, que le cambiará por completo la vida desde la inmovilidad de su silla de ruedas. Un mito imperfectamente perfecto.
Simplemente, una obra maestra, sencilla pero movilizante. Páginas y páginas de brillante narrativa, una imaginación desbordante y atrapante que llena las líneas de alusiones míticas, abundantes e ingeniosas comparaciones, metáforas que te hacen sonreír y volar. Un libro de lectura ágil y refrescante, ameno e inteligente por sobre todo, de esos que queremos releer ni bien llegamos a la última página.

Un libro que yo, a su vez, no puedo dejar de recomendarles a ustedes, queridos amigos. Disfrútenlo.

[ Sobre "Aquiles pies ligeros", del italiano Stefano Benni ]

sábado, febrero 24, 2007

Que vuelva

Que rompa ya a llorar el cielo, que caiga ahora esa gota redentora sobre mi inmunda cabeza.
Que cante sobre el roble por última vez la calandria, y deje en mi oido contaminado su humilde y triste melodía.
Que sople esa brisa del sur una vez más, y se lleve por fin la última estela de tu perfume barato.
Que se vuelen todos tus recuerdos de mi mente, como las palomas de la plaza, aquella vez en septiembre.
Que no vuelva a sonar más el teléfono desesperado por las noches, que no resuene tu voz en el vacío eco del ascensor en la madrugada.
Que se vaya de mi sábana el garabato de tu silueta, y de la almohada mojada el insomnio que provocas.

Y que vuelva a ser el de antes, antes de la destrucción de tu pelo, antes del beso de fuego, del recuerdo aún ardiente en mi piel. Antes de que te vayas dejándome aquí, rogando que vuelvas para que me veas partir a mí.

sábado, febrero 17, 2007

Misterioso Oriente

Cuatro artistas turcos se reúnen con el propósito de preparar un libro especial a pedido del Gran Sultán. Un libro que por su contenido debe ser mantenido en secreto al resto de la sociedad. Un libro que no desafía sólo las costumbres y estilos de la pintura heredados durante siglos de los antiguos maestros ilustradores, sino que además significa ir en contra del mismísimo Sagrado Corán y de toda su religión. Un libro que fue prohibido aún antes de ser concebido.
Comandados por Tío, un viejo y famoso ilustrador de los talleres de Palacio, Cigüeña, Aceituna, Mariposa, y Donoso comenzarán a trabajar por separado en las ilustraciones de este libro especial. Hasta que uno de ellos es asesinado, y el libro queda sin terminar.

“Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo. Hace mucho que exhalé mi último suspiro y que mi corazón se detuvo pero, exceptuando el miserable de mi asesino, nadie sabe lo que me ha ocurrido.”

Así comienza esta novela, con las enigmáticas y desesperadas palabras del muerto. El principio del fin de un proyecto demasiado ambicioso, el comienzo de una historia de envidias y celos, orgullos y humillaciones, dudas y seguridades; acerca de una sociedad y un arte, el de la ilustración, que Pamuk se encargará de describirnos con tanto detalle y empero que logrará transportarnos íntegros a aquella hoguera de las vanidades orientales, para que nos sintamos parte de ese taller, para que tratemos de atrapar al asesino, para que nos admiremos del esplendor de aquellas grandes obras pintadas por grandes maestros en cientos y cientos de páginas, en hermosos y sagrados libros, guardados en Tesoros inaccesibles para otros durante tiempos incontables. Tendremos el privilegio de presenciar las disputas entre los ilustradores de mayor talento, de conocer sus miedos y deseos más ocultos, de escuchar las leyendas más hermosas y de asombrarnos con una cultura tan basta como antigua que luchará por mantenerse perenne frente a la acometida de los nuevos estilos occidentales, frente al atrayente pero impío estilo de los francos. Detalle por detalle el escritor se encarga de desmenuzar esta historia hasta la médula en un libro minucioso, ambicioso y perfecto, para que no podamos hacer otra cosa que seguir leyendo y embriagándonos con las maravillas que nos muestra.

Me llamo Rojo es un libro grandioso desde todo punto de vista. La historia es atrapante y está bellamente narrada, con un estilo que no había leído nunca, hipnótico, oriental. Los personajes son sumamente complejos, sus sentimientos nunca están del todo claros, nunca son blancos o negros, sino que están constantemente matizados por los grises. Las relaciones entre ellos son siempre conflictivas y nunca parecen definitivas.
Además, la forma en que está escrito es sumamente original: cada capítulo es narrado por un personaje distinto, ya esté este vivo o muerto, o simplemente por una ilustración, una imagen, un color. Esto hace que podamos entender lo que piensa cada uno de los personajes desde dentro de su cabeza, sin intermediarios que distorsionen los hechos. Porque en esta historia hasta los árboles y caballos pintados sobre el papel son protagonistas y pueden hablar y contarnos las cosas más importantes. Y los colores, eternos testigos de los talleres y sus ilustradores, narran sus cromáticas impresiones.

El libro te atrapa desde el primer momento, con la irresistible prosa de Pamuk, ante la que es imposible mantenerse impasible, y tiene ese extraño don de provocar admiración al mismo tiempo que tristeza y melancolía al leerlo. Quizás sea la complicada historia de amor, la impotencia e ira que provoca la desapasionada indecisión de ella, o la oscura formalidad de él en respuesta. O tal vez la inquietante despreocupación del asesino, la insolente seguridad de los ilustradores que dirigen sus actos con impune descaro, la hipocresía y la envidia, la extraña amistad verdadera o ficticia. O quizás sólo sea esa melancolía profunda, esa nostalgia absoluta que parece emanar de cada palabra, de cada ilustración, de cada mirada brillante, de cada corazón oprimido. Un sentimiento grisáceo que tiñe cada movimiento de pincel, cada historia que se narra con monótona igualdad y que parece haber estado allí desde hace tanto tiempo que ya nadie recuerda. Una cultura muy distinta a la que conocemos, que tiene tantas exóticas maravillas que sorprenden y asustan por igual y que nos hacen comprender la profunda complejidad que distingue cada uno de sus actos.

Entonces no es extraño que al tiempo que vamos leyendo la historia nos sumerjamos irremediablemente en este mundo alejado y misterioso, a través de parábolas contadas por los ilustradores sobre el estilo y la religión, el modo de ver el mundo de Dios, la ceguera, la vida, la muerte. Y se torna inútil que trate de enumerar los sentimientos que provoca su lectura, o que intente desentramar una historia tan profunda, que tiene tanto drama y suspenso como amor, filosofía y arte, porque jamás terminaría de hacerlo. Por eso sólo puedo recomendar su lectura, un placer y un desafío, un viaje de ida del que es imposible arrepentirse.

[ Sobre "Me llamo Rojo", de Orhan Pamuk, Premio Nobel 2006 ]

viernes, febrero 09, 2007

La Peste Amarilla

Con las manos en los bolsillos caminaba tranquilo mirando el piso. La noche hacía mucho que había caído sobre la ciudad muerta, y el silencio reinaba en esas calles vacías, eternas, cubiertas por ramas tan viejas como la vida. Después de interminables días de calor, al fin el aire soplaba refrescante, enviciante. Embriagante.
De repente algo cambió, el camino se me hizo extraño, ajeno, y fui viendo cómo viraba el color con lentitud, cómo el aire se enrarecía, ese inconfundible olor a polvo de árbol, maldición perpetua de la naturaleza.
Una hoja primero, luego otra, y luego decenas, cientos, incontables hojas secas aparecieron sobre las baldosas oscuras. La peste amarilla lo cubrió todo. Cerró la escalofriante escena un trueno resonante, abierto, que fue a inmolarse en el silencio profundo de aquel escenario. Una lágrima rodó y se estrelló, y supe que había llegado el momento.
Eterna y crónica condena estacionaria.

Algo me dice que el otoño se adelantó este año.

[Dios, protégenos]

lunes, febrero 05, 2007

"Extranjero"

Una pareja de ancianos campesinos mueren asesinados brutalmente en su casa, en las afueras de Escania. Sin pistas, lo único que guiará la investigación será la última palabra de la mujer, agonizante: Extranjero. El ya famoso policía Kurt Wallander es el que se encargará de resolver este doble homicidio, al tiempo que intenta luchar contra un padre senil que lo vuelve loco, una hija rebelde que se niega a volver a verlo y una esposa que lo ha dejado por otro. El abandono y la soledad lo perturban y sólo la dedicación y pasión por su trabajo parece distraerlo de su infierno personal.
Por eso creo que esta novela gusta tanto: porque no es una llana novela policial con un caso y su resolución, sino que va más allá. Muestra al protagonista como una persona de carne y hueso, con sus miserias y miedos, propios de cualquier ser humano. Eso hace que la historia se humanice, que sea mucho más verosímil y creíble. Además, la problemática social de inmigración de trasfondo y el surgimiento de otros asesinatos relacionados con el principal, casos paralelos a resolver, hacen que la novela cobre vigor y se haga mucho más trepidante, adrenalínica, imparable. Si a todo esto le sumamos una prosa rica pero simple, que nos lleva por donde quiere y no nos marea, que nos cuenta todo y a la vez nos deja con la intriga para que sigamos leyendo, para que no podamos dejar de leer, entonces habremos encontrado Asesinos sin Rostro, primera novela de uno de los mejores escritores de suspenso de estos tiempos, para leer sin parar. Muy recomendable.

[ Sobre "Asesinos sin rostro", de Henning Mankell ]

lunes, enero 29, 2007

Abuela

El espejo le devolvió una mirada cansada esa mañana.

Aunque había dormido las mismas seis horas que dormía cada día reglamentariamente, sentía como si recién se hubiese acostado. Las sábanas revueltas luego de una noche larga y difícil le inspiraban una extraña soledad, esa soledad que solo se siente luego de despertar miles de mañanas en la misma cama, en su misma interminable y desolada extensión, con la misma persona, con las mismas sábanas revueltas, ya no por noches de pasión sino de insomnio, viejos recuerdos y memorias de almohada.
Se levantó despacio y como pudo, observó su cuerpo desnudo en el espejo, a contraluz, en la pesada atmósfera de su habitación, cargada de años, joyas en desuso y portarretratos con polvo, y comprobó que no era el de antes. Una espalda encorvada, unas manos corroídas por la artritis, la piel arrugada y las carnes caídas le recordaban que muchas primaveras habían pasado por allí y que la vejez había llegado ya hacía mucho tiempo. Antes de tiempo.

Se preguntó entonces dónde habrían quedado aquellos días de piel tersa y músculos firmes, de mirada decidida y sonrisa perfecta. ¿En esos días interminables de calor y trabajo bajo el sol? ¿En aquel caballo que montaba, en aquellas ovejas que arriaba, en esas habas que cosechaba? ¿O en esos ñoquis, amasados 29 tras 29 con infinito amor materno, cuando no trabajaba como hombre y rigor paterno? ¿Tal vez en ese gritos de enojo, o en aquel otro de mando? ¿En esas alegrías, en esos rencores, en esas lágrimas que habían secado sus ojos tantas veces de tristeza y alegría? ¿O tal vez en aquellos muros levantados palmo a palmo, mitad ladrillo y mitad esfuerzo, mitad cemento y mitad recuerdo, y que aún hoy se mantenían perennes a su alrededor? No lo sabía, pero entendía que habían quedado muy lejos, demasiado, y que hoy se descubrían tan solo en algún resquicio de su memoria, en alguna foto sin color colgando junto al espejo, testimonio de una belleza de antaño.

El espejo sólo le devolvió una mirada líquida.

Se miró a la cara. Vio su rostro cansado, lleno de marcas y emociones. Recorrió cada uno de los caminos que lo surcaban de arriba a abajo, de norte a sur, y sólo vio cicatrices, de la edad y de la vida, recuerdos de batallas ganadas o perdidas, páginas de un libro vivo que escribía día a día. Y que hoy escribiría mucho más.
Vaciló un poco antes de incorporarse por completo. Ochenta años habían pasado por ahí. Ochenta es mucho, pensó. Una vida entera de sacrificios, siembras y cosechas: hijas, nietos, bisnietos, sus pequeñas alegrías de cada día, esculturas modeladas con amor y empeño y de las que podía sentirse profundamente orgullosa. Su combustible para seguir andando. Los años no habían pasado en vano, pensó, su obra estaba hecha pero se encargaría de seguir puliéndola día tras día, como pudiera y como quisiese, con una palabra o un consejo, una mirada o un beso. Para que su marca no se borre jamás, para que su obra perdure por siempre.

El espejo le devolvió, al fin, una sonrisa.

miércoles, enero 24, 2007

El arte del engaño

Premio Clarín de novela 2006, Arte Menor no fue tan bien recibido por el público como se esperaba, sobre todo considerando el boom de ventas de su antecesor, Las viudas de los jueves, que todavía no se cansa de vender y vender y sigue encabezando listas.
El libro, de Betina González, tiene a favor que es llevadero, ameno y de lectura rápida. Pero adosado inevitablemente a eso llega su punto más flojo: es rápido a costa de ser demasiado corto. Al punto que no se sabe si es un cuento largo o qué. Tampoco digo que sea un La Guerra y la Paz, pero un poco más extenso podría haber sido. Al menos para indagar un poco más en la vida de los personajes que son tan interesantes y tan ricos. La historia da para muchísimo más, podría haber sido infinitamente más elaborada y no dejar ese sabor a poco que nos queda cuando la terminamos, unas cien páginas después de haberla comenzado.
La historia nos habla de un artista frustrado, Fabián Gemelli, que habiendo abandonado a su familia años atrás muere en un accidente. Una de sus hijas, narradora del relato, decide investigar quién fue realmente su padre, y lo hace a través de las obras que pudo haber dejado. Comienza así una especie de búsqueda del tesoro por la que pasarán amantes y amigos de su padre, que le irán pintando facetas muy distintas de la personalidad del artista. Un historia de simulación y engaño, de búsqueda y abandono. ¿Cuál era el arte que mejor manejaba Fabián Gemelli?
La novela está escrita de manera muy correcta, prolija, con segmentos interesantes, párrafos bien logrados y secuencias originiales. No aburre, pero tampoco maravilla. Ideal para la playa.

Como diría una amiga, "muy de taller literario". Demasiado.

[ Sobre "Arte menor", de Betina González ]

martes, enero 23, 2007

Gajes del oficio

Cómo arde cortarse con el filo del papel.
Mucho.

lunes, enero 15, 2007

¡América!

"¡Oh, mi América, mi dulce tierra hallada!", escribe Mateo Realdo Colombo en su De re anatómica. No es esta una prorrupción presuntuosa a guisa de ¡Eureka!, sino un lamento, una amarga parodia de sus propios avatares y de su infortunio, proyectada sobre la figura de su tocayo genovés, Christóphoro. Un mismo apellido y, acaso, un mismo destino. No los uno parentesco y la muerte de uno sucede a penas a doce años del nacimiento del otro. La "América" de Mateo es menos remota e infinitamente más breve que la de Cristóbal; de hecho, no excede en mucho las dimensiones de la cabeza de un clavo. Sin embaro, debió permanecer silenciada hasta la muerte de su descubridor y, pese a la insignificancia de su tamaño, no provocó menos revuelos.

He aquí primer párrafo de la primera novela de Federico Andahazi, fértil escritor argentino que ha escrito varias otras novelas de ese tiempo a esta parte, la última de ellas "El Conquistador" (Premio Planeta 2006) se encuentra ahora en mi mesa de luz.
Novela mitad histórica mitad ficción, relata el drama del anatomista Mateo Colón, sus preocupaciones, amores y desamores, objetivos, todo con el trasfondo de una época renacentista y fuertemente cristiana, donde una descubrimiento como el de él no sería precisamente bienvenido por la comunidad de las altas esferas. Personajes poco delineados, casi esfumados, la novela queda, a mi parecer, a mitad de camino, entre histórica y de suspenso. No va más allá, su prosa no es brillante ni mucho menos; es correcta, no innova, se queda ahí, en la historia del descubrimiento y sus consecuencias. ¿Qué descubrimiento? Como compara el párrafo arriba transcripto, el de la América de Mateo. El origen del pecado, la sede del placer. El alma de la mujer puesta a disposición de las manos del hombre. Peligroso descubriento para esa época, triste destino para su descubridor.

Novela playera, liviana y sin demasiado gusto. Como yogurt light.

[ Sobre "El Anatomista", de Federico Andahazi ]

jueves, enero 11, 2007

Despertadores en la orilla

Una gaviota pasa en vuelo rasante sobre el mar cuando al fin llego a la orilla.
El sol emite sus radiaciones sin obstáculos, ninguna nube se anima a interponerse en su camino de luz hoy. Mojo mis pies en el agua, que avanza tímida y tramposa hacia un castillo recién construido unos metros más allá.
Dejo la remera en la arena y me tiro en una reposera amarilla que encontré en el camino. Entierro los pies en la arena, húmeda, siento el sol pegándome en la cara con fuerza astronómica pero lo dejo, me gusta la sensación, ese leve masoquismo saludable que me invade a veces. Cierro los ojos y trato de desaparecer, una leve brisa me revive de a ratos cuando el calor se hace insoportable, el sonido de las olas golpeándose con furia contenida atrás, la risa de unos niños mientras levantan efímeras construcciones monumentales adelante, con la inocente resignación de quien conoce la fecha de caducidad de su obra, el flamear de la bandera amarilla anunciando un mar dudoso en el mástil sobre mí. La vida reposando a mi alrededor.
Son esos momentos de pasajera paz los que busco, son esos minutos de deliciosa tranquilidad los que con tanto empero busco por todos lados, todo el tiempo. Y al fin encuentro.

Sumido en cavilaciones me encuentro cuando de repente cruza el aire como un cuchillo afilado el insoportable ruido de un celular que me haya desprevenido, cortando el silencio, desprolijo, sacándome del sueño como un despertador viejo y vengativo y arrojándome sin piedad a la obra de un inexperto imitador de Dalí, relojes semisumerjidos en la arena caliente, pedazos de realidad arrastrándose y cayéndose a pedazos desde un pincel desdentado. Recordándome y recordándoles a todos que el paraíso no existe, que los engranajes siguen aceitados y girando, que la rutina nos acecha a la vuelta de cada esquina, a nosotros, eternos autómatas de un cuento sin principio ni final.

viernes, enero 05, 2007

El orígen de la angustia

"Y en aquel reducto solitario me ponía a escribir cuentos.
Ahora advierto que escribía cada vez que era infeliz, que me sentía solo o desajustado con el mundo en que me había tocado nacer. Y pienso si no será siempre así, que el arte de nuestro tiempo, ese arte tenso y desagarrado, nazca invariablemente de nuestro desajuste, de nuestra ansiedad y nuestro descontento. Una especie de intento de reconciliación con el universo de esa raza de frágiles, inquietas y anhelantes criaturas que son los seres humanos."


Acabo de terminar Sobre Héroes y Tumbas, libro de culto del reconocido escritor argentino Ernesto Sábato, en él nos habla de la soledad, la traición y la angustia. Nos cuenta, a la vez, la historia de una familia oligárquica de Buenos Aires venida a menos y la insipiente y extraña relación de ¿amor? entre Alejandra y Martín, dos jóvenes perdidos en su angustiosa existencia. Historia nacional e individual se entretejen en este libro oscuro y desgarrador por momentos, donde no faltan las cavilaciones metafísicas y las dudas existenciales, donde la metáfora y el diálogo se dan la mano para narrar de forma impecable una historia confusa que se va desenmarañando de a poco. Es un libro muy bueno, aunque puede resultar un poco pesado y a veces su excesivo dramatismo puede oprimir el alma del lector.

El fragmento que elegí pertenece ya a las últimas páginas, las mejores a mi parecer. El último capítulo, donde uno de los personajes se hace omnisciente y narra en forma e monólogo las venturas y desventuras de la familia Olmos y Vidal, y va mechando con ella impecables pasajes de meditación personal, como el que precede. Y lo elegí porque su punto de pista me pareció por demás interesante. ¿Cuándo escribimos? ¿Cuándo nos sentimos enajenados de este mundo que nos rodea? ¿Creamos nuevas realidades para escapar de la que nos atormenta? Algo de cierto hay, escribimos o pintamos o esculpimos cosas nuevas que no encontramos en el mundo que nos rodea. El arte es una manera segura de alejarse de la realidad sin caer en la locura. Y a veces, como el personaje de este libro, nos sentamos a escribir cuando alguna pena o sentimiento obnubila nuestra alma y logra arrancarnos de la monótona existencia, nos eleva por sobre ella y nos ilumina con la inspiración creadora que necesitamos. Y entonces sí, damos rienda suelta a la imaginación con furia, como si corriésemos alejándonos de una prisión invisible que nos oprime y hace infelices.
No quiero extenderme más, es un libro que da para hablar mucho, ya que toca variadas problemáticas de nuestra existencia de una manera particular e inteligente, y es mejor sólo decirles que lo lean ustedes y saquen sus propias conclusiones. Después, si quieren, seguimos debatiendo.

Para terminar, les dejo un párrafo que me encanta, para que sigan pensando sobre la dualidad del ser humano y la angustia que baña (¿y caracteriza?) su existencia:

"Mientras que el hombre, al levantarse sobre las dos patas traseras y al convertir en un hacha la primera piedra filosa, instituyó las bases de su grandeza pero también los orígenes de su angustia; porque con sus manos y con los instrumentos hechos con sus manos iba a erigir esa construcción tan potente y extraña que se llama cultura e iba a iniciar así su gran desgarramiento, ya que habrá dejado de ser un simple animal pero no habrá llegado a ser el dios que su espíritu le sugiera. Será ese ser dual y desgraciado que se mueve y vive entre la tierra de los animales y el cielo de sus dioses, que habrá perdido el paraíso terrenal de su inocencia y no habrá ganado el paraíso celeste de su redención. Ese ser dolorido y enfermo del espíritu que se preguntará, por primera vez, sobre el por qué de su existencia."

lunes, enero 01, 2007

Primero

Año nuevo, vida nueva. Blog nuevo.

El 2006 fue un año muy intenso y distinto, que me hizo crecer y madurar en muchos aspectos. Y mi antiguo blog quedó como parte de un época pasada, un ciclo terminado. Por eso, aunque al principio no estaba demasiado convencido, decidí dejarlo cerrado y en su lugar abrir otro, un poco distinto tal vez, y al mismo tiempo similar en escencia al anterior.
Espero que les guste, me costó bastante hacerlo solo, considerando que no se nada de templates y esas cosas. Con el tiempo iré puliéndolo y agregándole cosas para mejorarlo, todavía le faltan cosas pero tenía muchas ganas de abrirlo ya, con el comienzo del año.

Que este 2007 sea un excelente año para todos, que podamos alcanzar las metas que tenemos en la agenda y cumplir los sueños que nos hacen vivir, y que tengamos otros, nuevos, para seguir avanzando. Brindo por la paz y la felicidad especialmente, por la familia y los amigos. Por que podamos leer mucho y escribir otro tanto.

Un gran saludo y bienvenidos a todos.-